lunes, 6 de mayo de 2013


Fragmentación, disolución y centros múltiples en la frontera des-historizante de la Modernidad: El caso de la nueva emancipación comunicativa y estética de las redes digitales

Introducción: El pensamiento moderno y su naturaleza de desarraigo


Modernidad y progreso

Se ha hablado ya mucho sobre el movimiento de la llamada Modernidad hacia el quebramiento de los límites y el desarraigo, básicamente a partir de una tendencia inherente a un, digamos, progresismo puro, es decir, una dinámica permanente hacia un indefinido adelante. Este espíritu o característica fundamental de una época, presumiblemente[1] la nuestra, ya fue muy bien descrita por los pensadores de la Escuela de Frankfurt, especialmente a partir de la convulsa década alemana de los ’30, como una tendencia racional o de tipo racionalista predominantemente orientada desde una lógica instrumental que tiende a concretar todo ejercicio del pensamiento y de la acción en la generación de herramientas cuyo fin es ordenar y manipular las cosas de manera sistemática. Sin embargo, los mismos fundadores de esta escuela, Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, ya plantean observaciones –a partir de preguntas reales y no sólo retóricas, es decir, críticas y, por lo tanto, confrontadoras– de importancia capital para comprender y buscar trascender los condicionamientos a que nos somete esta actitud de dinamismo sin fin y subversión atribuible a la Modernidad. Así comienzan ambos su trabajo fundamental, La dialéctica de la Ilustración, para dar inicio a lo que hoy conocemos como teoría crítica:
“La Ilustración, en el más amplio sentido de pensamiento en continuo progreso, ha perseguido desde siempre el objetivo de liberar a los hombres del miedo y constituirlos en señores. Pero la tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad. El programa de la Ilustración era el desencantamiento del mundo. Pretendía disolver los mitos y derrocar la imaginación mediante la ciencia.” (HA 59)
Ahora, tal actitud desencantadora está constituida por varios rasgos y desde una diversidad de ámbitos que vale la pena analizar caso por caso, pero en términos generales, muy generales, puede explicarse desde la intención básica de la Ilustración, ésa que permitió pasar a una época de confianzas racionales y dominios técnicos en remplazo de los artículos de fe y los mitos de la religiosidad mediante la erradicación sistemática de todo atavismo del pasado por considerarlo un lastre, para avanzar siempre hacia un futuro brillante de dominio humano fundamentado en la razón y la herramienta. Todo esto, claro, trasformó a tal grado la forma de concebir y habitar el mundo, por parte del hombre, que la organización, los intereses y las maneras de esta nueva forma de pensar pronto se hicieron notar en todos los ámbitos de la vida social y en las mismas necesidades de los seres humanos sujetos a su influencia.
Hay que aclarar, sin embargo, que definiciones de este tipo obedecen más bien a una función epistemológica que nos permite reflexionar sobre un fenómeno, aunque, claro, no es sensato, ni estricto, olvidar que los hechos sociales e históricos ocurren más bien en una dinámica de variación, heterogeneidad y desigualdad no paralela ni unívoca. Anoto esta advertencia como corolario previo a la siguiente caracterización de nuestra época, la cual servirá no como una definición cerrada sino como un punto de partida sobre el que revisaremos las críticas y estableceremos las observaciones que subsiguen en este trabajo, ya que en ella no sólo nos interesa lo que tiene que decir sobre la época moderna, sino también la manera de pensar que se vislumbra en la misma, su perspectiva lineal y escalonada de la Historia:
“La edificación de una sociedad industrial a base de una técnica de nueva especie es un tema tan imponente; llevarla al cabo supone tanta inventiva, tanta perseverancia en la prosecución de lo iniciado, tanto arrojo para lo nuevo y deslealtad para lo antiguo; su establecimiento está tan claramente señalado por la aparición de la máquina y su continuación ha resultado en tantos rasgos progresiva, que no resulta difícil determinar el contenido y hacer resaltar el modelo en que luzca la unidad de la época.” (Fr 9)
Observemos, pues, que ya un historiador, Hans Freyer, profundamente influenciado por el espíritu formalizador de la ciencia moderna, considera no sólo que es posible definir, a partir de la observación de sus manifestaciones –pensamiento deductivo–, la época actual, sino que asegura que los rasgos más evidentes de la misma son la técnica, la máquina y el progreso.
                Pero volvamos a la primera cuestión enunciada en este trabajo: la Modernidad resulta de una búsqueda de progreso o, en otras palabras, una voluntad de poder empeñada en subsumir todo a su paso mediante el dominio maquinal, sistemático, que supone la lógica instrumental, ésa que nos permite reiterar una y otra vez la cuestión de la técnica como uno de los temas centrales de nuestra época: “La unidad y la ley de formación de una época residen en sus temas, en las tareas objetivas a las que consagra sus fuerzas.”[2] (Fr 8) Con esto es que llegamos a la comprensión de que el avance indefinido, el quebranto de los límites, es El tema de la Modernidad o, al menos, su motor, su modo, y todas las formas humanas enmarcadas en esta época están caracterizadas por ello, expandiendo horizontes sin fin previsible. Sin embargo, como comenta Fernando Savater sobre la Dialéctica de la Ilustración:
“[p]ara ambos  [Adorno y Horkheimer] la Ilustración, el desarrollo intelectual, la crítica, la ciencia, el abandono de la religión y de la supersticiones crean un orden racional, pero un orden racional solamente centrado en sus instrumentos. ¿Cuándo llega el momento de los fines? ¿Del todo esto para qué? ¿Qué queremos buscar? Todo eso sigue siendo irracional.” (S 276)
Así, con éstas preguntas, bastante demoledoras, por cierto, conectaremos  más adelante con el pensamiento de otros, quienes reflexionan a partir de una tendencia crítica nacida como consecuencia de los grandes fracasos modernos que representan las guerras del siglo XX, especialmente el caso del Holocausto. Estos autores nos muestran elocuente y reflexivamente las rajaduras en el edificio ideal de la Modernidad, que cada vez más se vuelven visibles, evidentes, innegables, sobre todo ante las evidencias del tipo de hombre, de órdenes políticos y hasta de guerras que nacen precisamente en el corazón de la Modernidad.

Ilustración, fragmentación y desarraigo

                No obstante, solemos asociar aún la Modernidad con una especie de avance beneficioso nacido de una época de luz, es decir, la Ilustración, ese siglo de emancipaciones y revoluciones, de destrucción de las creencias irracionales que ataban al hombre y le impedían desarrollar todas sus potencialidades. Claro está, los gérmenes de este pensamiento subversivo, racional y homo-centrista –que no necesariamente humanista asoman desde siglos atrás, desde los tiempos en que el Renacimiento y la expansión territorial[3] comenzaron a socavar el orden establecido por el cristianismo occidental y sus estructuras políticas y morales, proyecciones de dicho orden. Así es como los Estados europeos comienzan a desplazarse, a ampliar sus territorios mediante la colonización; las ciencias, especialmente la astrología y las naturales, promueven cambios, unos sutiles y otros más radicales, frente a los artículos de la Fe; la filosofía y la creación estética manifiestan una eclosión que no hubiera sido posible sin los avances técnicos –la imprenta, etc.– y los desarrollos en física y perspectiva dentro de las artes plásticas; y la razón humana es traída al primer plano, concibiéndola como el poder de conocerlo todo desde las premisas del pensamiento lógico. Esta revolución nocional puede entenderse bastante bien en las palabras, citadas por Horkheimer, del mismo René Descartes, quien sintetiza los grandes principios filosóficos de un Renacimiento que tendría amplias consecuencias:
“(…) conducir ordenadamente mis pensamientos, es decir, comenzar por los objetos más simples y fáciles de conocer, y poco a poco, gradualmente, por así decir, ascender hacia el conocimiento de los más complejos, con lo cual yo supongo un orden también en aquellos que no se suceden unos a otros de un modo natural.” (Ho 224)
Así, “[e]l orden del mundo se abre a una conexión deductiva de pensamientos” (Ho, 224). Darnos cuenta del carácter radical y revolucionario de este pensamiento sólo puede darse, como siempre ocurre en el estudio de la Historia, mediante una apropiada contextualización. Para ello es que traemos a la mesa las reflexiones que un crítico, heredero reconocido de la Escuela de Frankfurt, hace sobre la noción de Modernidad en cuanto proyecto y, aun más, como uno incompleto: Jürgen Habermas.
                Para pensar en las condiciones del orden social y político, ideológico y cultural, en general, del Occidente previo a las reformas de la Ilustración, podemos comenzar posicionándonos en el punto cúspide, en el clímax de la revolución que en Europa supuso la corriente ilustrada misma: la ejecución del rey como conclusión de la Revolución Francesa de 1789. Como ya hemos visto, de acuerdo con la manera del pensamiento moderno de comprender mediante la conceptualización sistemática y deductiva todos los fenómenos de la experiencia objetiva,[4] entonces no tendremos problema alguno al convenir que este acto, la ejecución de la autoridad mayor después de Dios, refleja un rasgo más comprehensivo de los estertores, tendencias y efectos que esta corriente estaba generando en todos los niveles de la época. De acuerdo con el análisis de Habermas, podemos concebir el orden social, político y cultural del mundo, antes de la revolución ilustrada, como unificado dentro de una sola esfera, un solo orden dentro del cual todo se supeditaba y en el cual era perfectamente discernible y muy firme la jerarquía de sus componentes: se trataba de un orden Divino, uno en el que el poder y la voluntad de Dios abarcaba el mundo entero, estableciendo una unidad en él, alrededor de su figura, volviendo, digamos, todo y a todos parte de lo mismo. De esta manera, un solo principio de autoridad absorbía toda la realidad humana. Así, todas las áreas de la vida en las que el hombre se desempeñaba estaban ordenadas a partir de los mismos principios y buscaban ser una expresión de ese orden Divino, lo que, en otras palabras, era obedecer a una misma ley moral y estar asentados sobre un mismo territorio: el de Dios. A partir de esta concepción, la política –reyes por derecho divino, ministros de Dios–, el saber –filosofía desarrollada sólo con la venia de los ministros de Dios y siempre para su mayor gloria, sin contradecir (abiertamente) los principios establecidos por la Santa Iglesia–, la justicia –divina– y las artes –también para mayor gloria de Dios, como expresión de su grandeza y del temor reverencial, incluso cauto, del hombre hacia Él–, es decir, toda la vida humana en Occidente, pertenecían, desde lo más profundo de la conciencia de cada individuo, a la esfera Divina.    
                Entonces, en la plaza de la Bastilla, en el París de 1789, el pueblo francés, lleno de rabia e inflamado por las ideas políticas y filosóficas de Montesquieu, Voltaire, Diderot, Rousseau, Pascal, Spinoza, decide cortar la cabeza del rey para comprobar –o demostrar– que el rey es tan humano como cualquiera, que ningún derecho divino puede evitar que su sangre roja mane del muñón del cuello y, con ella, su vida se esfume. La Modernidad se confirma así definitivamente como la ruptura de los límites, el progreso niega el pasado primitivo y torpe, caracterizado por la superstición opresora, y se proclama la igualdad de los hombres por medio de la razón y, a partir de ésta, se abren las posibilidades de convivencia a la libre competencia más allá de los órdenes morales arcaicos.
                Lo que Habermas argumenta, sin que citarlo signifique que estoy completamente de acuerdo con él, es que toda esa energía, la rectoría de todos esos aspectos de la realidad que, ante la negación radical del pasado, quedaron huérfanos, se desplazó definitivamente y, lo más importante, se dividió en tres esferas que antes estaban integradas en una misma estructura universal regida por la figura de Dios, primero, y luego por sus representantes en la Tierra, los promotores y defensores de su moral, forma que sin duda representaba una especie de organismo social bastante menos dinámico y, claro, menos subversivo que el de la Modernidad:
“Iniciaré un análisis diferente recordando una idea de Max Weber, el cual caracterizaba la modernidad cultural como la separación de la razón sustantiva expresada por la religión y la metafísica en tres esferas autónomas que son la ciencia, la moralidad y el arte, que llegan a diferenciarse porque las visiones del mundo unificadas de la religión y la metafísica se separan […] Entonces podían tratarse como cuestiones de conocimiento, de justicia y moralidad, o de gusto. El discurso científico, las teorías de la moralidad, la jurisprudencia y la producción y crítica de arte podían, a su vez, institucionalizarse. Cada dominio de la cultura se podía hacer corresponder con profesiones culturales, dentro de las cuales los problemas se tratarían como preocupaciones de expertos especiales. Este tratamiento profesionalizado de la tradición cultural pone en primer plano las dimensiones intrínsecas de cada una de las tres dimensiones de la cultura. Aparecen las estructuras de la racionalidad cognoscitiva-instrumental, moral-práctica y estética expresiva (…)” (Fo 5)
Esta sería la fragmentación básica de la Modernidad, ya rotos los límites ideológicos, morales, cognoscitivos, sociales y políticos que heredaba la humanidad de la religión y la metafísica antiguas, una división en estratos que, idealmente, permitiría desarrollar al máximo las potencialidades de cada área de conocimiento y praxis desde sus propios recursos, ya liberadas de su carácter esotérico tradicional, generando también la
“expectativa de que las artes y las ciencias no sólo promoverían el control de las fuerzas naturales, sino también la comprensión del mundo y del yo, el progreso moral, la justicia de las instituciones e incluso la felicidad de los seres humanos.” (Fo 5)        
Éste sería, a grandes rasgos, el inicio de la tendencia fraccionadora de la praxis humana, sin embargo, esta restructuración del pensamiento y de la hermenéutica de la comunicación cotidiana tendría una serie de consecuencias que los filósofos de la Escuela de Frankfurt lamentarían y señalarían, inconformes, tiempo después. Comencemos, pues, y para terminar con esta introducción, con las tres consecuencias que nos resultan de mayor interés para el estudio que a continuación abordaremos:
  1. la inclinación permanente a romper los límites y, por lo tanto, a la crítica o subversión epistemológica, que conlleva una relatividad permanente a partir de la imposibilidad de la categoría de verdad y, por lo tanto, la negación de principios inmutables;
  2. la fragmentación progresiva del conocimiento y la praxis humana en territorios cada vez más especializados y menos dependientes de principios superiores sine qua non, apenas remplazados por una teleología de índole predominantemente pragmático;
  3. y la derivación del pensamiento humano, en todos sus ámbitos, de las mismas premisas de la lógica utilizadas como método de construcción de verdad, pero no como verdades en sí mismas.

Bibliografía

(Fo) Foster, H. (Ed.) (1988), La posmodernidad, México, Kairós.
(Fr) Freyer, H. (1966), Teoría de la época actual, México, Fondo de Cultura Económica.
(HA) Horkheimer, M, Adorno T. (1998), La dialéctica de la Ilustración: Fragmentos filosóficos, Valladolid, Editorial Trotta.
(Ho) Horkheimer, M. (1994), Teoría crítica, Buenos Aires, Amorrortu Editores.
(S) Savater, F. (2010), La aventura de pensar, México, Random House Mondadori.





[1] Digo, presumiblemente porque hay una discusión en pleno desarrollo acerca de la actualidad del calificativo moderno para las trasformaciones que están ocurriendo ahora mismo en nuestra cultura globalizadora, veloz e hiper-informativa, la cual muchos prefieren ya denominar Posmodernidad.
[2] Nuevamente percibimos la tendencia abstraccionista o conceptualista de la ciencia moderna, que cierra esquemas mediante un método deductivo a partir del cual, jerárquicamente, desde un centro teórico, revisa y define los objetos y fenómenos del ámbito objetivo; en este caso, como vemos, se trata de la búsqueda escalonada para definir el método de estudio, es decir, uno deductivo y conceptual, y luego, a partir de ahí, la observación y clasificación de los objetos de la experiencia objetiva. Ahora es pertinente recurrir a las reflexiones en torno al concepto, muy moderno y, más aun, ilustrado, de teoría, que Max Horkheimer expone en su libro Teoría crítica: “Como meta final de la teoría aparece el sistema universal de la ciencia. Este ya no se limita a un campo particular, sino que abarca todos los objetos posibles. La separación de las ciencias queda suprimida en cuanto las proposiciones atinentes a los distintos dominios son retrotraídas a idénticas premisas.” (Ho 223) Esta nota es de importancia capital para este trabajo dado que observaremos que esta unificación se encuentra atrapada en una paradoja, en una tensión compleja que, a la vez que homogeniza y vuelve eficientes las distintas posturas frente al mundo, promueve una división, atomización o especialización, así como una multiplicación cada vez mayor de los distintos campos de acción del hombre; es en esta tensión que encontramos los rasgos más característicos y conflictivos de una tendencia, más perceptible desde años recientes, hacia la disolución de los límites y las jerarquías, como más adelante revisaremos.  
[3] Por territorio entendemos no sólo extensión de tierra y agua o espacio material de dominio humano, sino también alcance y desplazamiento de las nociones establecidas en la cultura predominante y en el fuero interno de cada cual.
[4] Quiero reiterar, sin embargo, que esta posición no deja de ser ni más ni menos que una vía metodológica, un instrumento epistemológico para estructurar el pensamiento, por lo que con esto no me propongo cerrar a toda discusión mis aseveraciones.

jueves, 28 de marzo de 2013

Sobre el cuerpo femenino en el arte de mujeres...

Ha sido por medio de la diferencia sexual marcada por parte del patriarcado, cómo las mujeres han rescatado la importancia que adquiere nuestro cuerpo.Partiendo de esta liberación que las ha afirmado como sujetos autónomos, han plasmado sobre su propio cuerpo, sinónimo de lienzo de expresión, su necesidad de hablar, de expresar y de actuar y éste ha servido no sólo de soporte para los temas que condicionaban su situación femenina como la sexualidad y la maternidad, la primera escindida y la segunda obligatoria, sino que han convertido su arte y su cuerpo en una plataforma para denunciar los abusos de las dictaduras militares, la violencia de género y en última instancia el feminicidio. Es por ello que sus obras han sido respuestas adecuadas a las necesidades del momento, dentro de un contexto, del que han formado parte y del que han sido víctimas pero del que han tomado distancia para posicionarse en una situación crítica que les ha permitido cuestionar las normas patriarcales que las rodean.

Los hallazgos recopilados durante esta inquietante travesía se corresponden con unas imágenes extremas, adjetivo aplicado a aquello conocido como lo más intenso o elevado, cuya herramienta: el cuerpo, tiene la capacidad de herir, de suscitar, de provocar y de hurgar en nuestros tabúes. A través de sus desgarramientos internos han roto con el estado de tensión a que las sometía el patriarcado, atentando contra sus cuerpos y sus mentes a través de repetidos esquemas, y con el pasado que las convertía en seres pasivos y cosificados. Sus cuerpos abiertos han recobrado las voces de la denuncia, han subvertido lo femenino como una categoría especial dentro del lenguaje artístico y han expresado a través del mismo su necesidad de individualización frente a la otredad de una manera pública y autónoma.Todo ello es una irreverencia mostrada a través de la combatividad y eso significa resistencia y feminismo.

Ballester Buigues

(Imagen: "Pies desnudos", de la mexicana Daniela Edburg)

Ver a las artistas:  las mexicanas Frida Kahlo y María Izquierdo, la brasilea Tarsila do Amaral, la cubana Amelia Peláez, la argentina Raquel Forner, la colombiana Débora Arango y la costarricense Emilia Prieto. Ante los abusos de poder del estado: la chilena Janet Toro, la mexicana Lorena Wolffer, la guatemalteca Regina José Galindo, la peruana Natalia Iguiñiz y el Colectivo Boliviano Mujeres Creando. El activismo de las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, el de las Damas de Blanco en Cuba y el del colectivo Nuestras Hijas de Regreso a Casa en Ciudad Juárez (México). Cuerpos como territorios de resistencia en la obra de las mexicanas Lorena Wolffer, Daniela Edburg, Teresa Serrano, Mayra Martell, Ambra Polidori y el Colectivo Malaleche. Cuerpos al límite en la obra de la guatemalteca Regina José Galindo. El cuerpo como espacio de lucha: el caso de la cubana Ana Mendieta. A través del cuerpo: perfección y violencia de género en la obra de las mexicanas Erika Harrsch, Cindy Gabriela Flores, Rocío Boliver, Teresa Serrano y Lorena Wolffer, la peruana Natalia Iguiñiz, la guatemalteca Regina José Galindo, la ecuatoriana Valeria Andrade, la argentina Paola Sferco, la costarricense Priscilla Monge, la colombiana Martha Amorocho y la brasileña Beth Moysés. Identidad entre dos barreras, entre dos mundos en la obra de Alma López Ureña, Ester Hernández, Yolanda López, Nao Bustamante y Coco Fusco.

Radio Ñomndaa, La Palabra del Agua. Comunicado en Defensa del Rio San Pedro.

Al Pueblo de México
Al Congreso Nacional Indígena
A las organizaciones sociales de Abajo y a la Izq
uierda
A la Otra Campaña
A las personas honestas que luchan por una vida justa
A los medios de comunicación comunitarias, libres, alternativos y populares
A los medios masivos honestos
Al mal gobierno en sus tres niveles
Los abajo firmantes, reunidos a la orilla de Jndando’ts’om conocido también como la Poza del Mango del río San Pedro, en el marco del VIII aniversario de Radio Ñomndaa, La Palabra del Agua, al escuchar una historia más del despojo que sufren las comunidades Na Savi (Mixtecos) y Nancue Ñomndaa (Amuzgos) que habitan los municipios de Tlacoachistlahuaca y Xochistlahuaca, Guerrero, quienes de manera ancestral han convivido y respetado la naturaleza.
Los pobladores de estas tierras nos cuentan que: “años atrás los cerros cubiertos de arboles nos daban animales y plantas para comer, madera para hacer nuestras casas, grandes ríos y arroyos escurrían por donde quiera, había agua para tomar y animales para que nuestras familias se alimentaran, nada tenía precio, sin embargo con el desarrollo capitalista y la ambición de los poderosos, eso ha ido cambiando, convirtiendo en todo lo que es fuente de vida en mercancía, así por ejemplo se ha puesto precio elevado a la tierra para que un indígena necesitado la venda y nunca más pueda recuperarla; se le ha puesto precio a la madera y al agua para que esto pueda venderse y solo los poseedores del poder y el dinero puedan comprarlas.
En los años setentas, la forestal Vicente Guerrero, extrajo millones de metros cúbicos de madera desforestando así toda la región de la montaña de los municipios de Xochistlahuaca y Tlacoachistlahuaca, negociando la venta de la madera los representantes agrarios y comisario de una sola comunidad: San Pedro Cuitlapa, nunca se consultó a los demás pueblos que habitamos estas tierras.
En la actualidad el gobernador de Estado de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre Rivero, como hace 40 años, ha negociado el agua del Río San Pedro para llevársela al municipio de Ometepec, sin el consentimiento de las demás comunidades que integran los bienes comunales, ni los diferentes ejidos y comunidades agrarias de los municipios de Tlacoachistlahuaca y Xochistlahuaca por donde atraviesa el río, y que son comunidades que gran parte de nuestra vida la realizamos con los recursos que obtenemos del río. Pretenden llevarse gran cantidad de agua, introduciendo tubería de más 40 cm de diámetro. Todo ello negociado con el Presidente anterior de Tlacoachistlahuaca y con los representantes de la comunidad de San Pedro Cuitlapa a cambio de dos camionetas, un hospital y el compromiso de crear un nuevo municipio teniendo a San Pedro Cuitlapa como cabecera municipal.
El gobernador necesita cumplir sus promesas de campaña con los caciques de Ometepec que lo apoyaron y éstos a su vez necesitan el agua para seguir haciendo negocio, los mismos que están vendiendo tierras en lotes en Ometepec quieren aumentar su ganancia, ellos han vuelto el agua una mercancía para acrecentar su riqueza, mientras que para nosotros los pueblos originarios que habitamos las riveras del río, pretenden cambiarnos nuestra forma de vida.”
Al escuchar las palabras de denuncia de los pobladores, analizamos que el sistema capitalista vive y se fortalece, entre otros, a costa de despojar el territorio, la cultura y la dignidad de la gente trabajadora, para facilitar el despojo han inventado la “guerra en contra de la delincuencia organizada”, que en el fondo no es más que la guerra de exterminio implantada por el Estado en contra de la gente de abajo y sobre todo de la gente que se organiza para luchar y defender sus derechos, el cual está dejando miles de muertos, desaparecidos y presos políticos.
Hemos comprobado una y otra vez que los cambios de partidos y personajes en el poder no se han traducido en ninguna mejora para el pueblo trabajador, sino que han sido estrategias del sistema para fortalecerse, pues los gobernantes en turno, no importando de qué partido sean, tan solo son empleados del poder económico y no representantes del pueblo.
Por lo anterior exigimos al mal gobierno federal que respete el territorio de los pueblos originarios, campesinos y de la gente pobre que vive de la cosecha de la tierra.
Al gobierno de Ángel Heladio Aguirre Rivero del estado de Guerrero, le exigimos la cancelación inmediata de la obra que está ejecutando para llevar el río San Pedro a Ometepec, por ser violatorio a nuestros derechos colectivos establecidos en diferentes convenios internacionales que son vigentes en el país, como es el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, La Declaración de las Naciones Unidas Sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y en específico por la flagrante violación de los artículos 68 y 69 de la Ley Número 701 de Reconocimiento, Derechos y Cultura de los Pueblos y Comunidades Indígenas del Estado de Guerrero.
A las comunidades, organizaciones, colectivos y personas que luchan por una vida digna para todas y todos les pedimos que están al pendiente de nuestra lucha en defensa de la Tierra, del Agua, del Aire, es decir del Territorio, de la vida misma de nuestros pueblos.
Suljaa’, Guerrero, México, Diciembre del 2012.
Atentamente
Radio Ñomndaa, La Palabra del Agua.

martes, 26 de marzo de 2013

Alerta: amenazan a colaboradores de albergue para migrantes en Saltillo


Los colaboradores del albergue para migrantes Posada Belén en Saltillo, Coahuila, fueron amenazados en diciembre de 2012, además de ser víctimas de robos donde les sustrajeron documentos confidenciales con información relacionada a la labor de protección y defensa de migrantes.

Amnistía Internacional capítulo México publicó un comunicado donde pide se investiguen las amenazas además de que se de protección efectiva a los defensores, quienes ya se habían quejado de incumplimientos en las medidas cautelares que les fueron asignadas en 2010.

Amnistía Internacional (AI) se encuentra profundamente preocupada por la seguridad del personal de la Posada Belén, un albergue de migrantes en Saltillo, Coahuila, dirigido por el sacerdote católico Pedro Pantoja Arreola.

El 19 de diciembre, un hombre no identificado rompió la ventanilla de un automóvil perteneciente al sacerdote Pedro Pantoja Arreola y robó un maletín que contenía documentos de trabajo con información sensible. El 27 de diciembre, el auto del coordinador del albergue, Javier Martínez Hernández, también fue objeto de un asalto cuyos autores se llevaron nuevamente documentos confidenciales importantes. En ninguno de los casos los asaltantes se llevaron objetos valiosos que podrían haber robado.

El 30 de diciembre Pedro Pantoja recibió una llamada de amenaza hacia  todo el equipo de la Posada Belén, diciendo: “Se los va a llevar la chingada”. Días después se recibió otra llamada con información falsa sobre la localización de los documentos robados.
Tras este patrón de agresiones y amenazas AI está convencida de que, de no tomarse medidas prontas y efectivas para proteger al alberge y al personal que allí labora, su seguridad estaría riesgo.

En 2010, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ordenó al gobierno mexicano para que proporcionara medidas de protección al padre Pedro Pantoja Arreola y al resto de los colaboradores del albergue. Sin embargo, los trabajadores del albergue han manifestado su preocupación por la falta de formación de los agentes encargados de protegerlos, y de una serie de incumplimientos de las medidas de protección.

AI llama a las autoridades a brindar de manera urgente medidas de protección efectiva para el equipo que colabora en la Posada Belén, de acuerdo con los deseos de los propios afectados.

Así mismo la organización solicita a las autoridades que se lleve a cabo una investigación exhaustiva, inmediata e imparcial sobre los robos de información y la amenaza telefónica en contra de colaboradores de la Posada Belén.

Finalmente AI recuerda a las autoridades que tienen la obligación de implementar las medidas de protección ordenadas por la CIDH de forma pronta y efectiva, y que el personal que participe en la implementación de estas medidas deberá estar adecuadamente capacitado y equipado para llevar a cabo su labor.


Este blog tiene como finalidad montar un diálogo permanente con la realidad mediante la revisión de nuestras maneras de mirarla, de los discursos con los cuales la entendemos, la decimos y la construimos. Tales discursos, así lo comprendemos, están determinados sociohistóricamente, así como por los regímenes científicos y culturales establecidos para conceptualizar hechos, fenómenos, patrones y procesos. De esta manera, toda publicación aquí deberá resaltar por la perspectiva que tome respecto del orden de ideas y hechos dominantes, a llamar, la estructura económica e ideológica que los agentes sociales y culturales, desde todos los frentes, tratan de imponer con el fin de "normalizarnos". Sin embargo el mundo es más y es nuestro, es significado que, o bien puede estancarse en homogeneidad del consumo y la información insignificante, o bien trasformar desde la pluralidad de la conciencia y el diálogo en permanente reflexión. Propongo, pues, que usemos la milagrosa capacidad que tenemos de hacer conciencia y trascenderla por medio de la creación compartida y la crítica argumentada.